Sección: literatura universal » general
EAN: 9789706991935
Editorial: TUSQUETS EDITORES
ISBN: 9789706991935
Edición: 1ª
Formato: BOLSILLO
Año: 2008
No. de páginas: 336
Idioma: ESPAÑOL
Precio : $139.00
Precio en dólares: $11.03 USD
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Aquel que quiere permanentemente «llegar más alto» tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo ¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? Pero ¿Por qué también tenemos vértigo en un mirador provisto de una valla segura?
El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados(...)
Las infidelidades de Tomás le descubrieron de pronto su propia impotencia, y de la sensación de impotencia nació el vértigo, el inmenso deseo de caer(…) Había en ella un deseo insuperable de caer. Vivía en un vértigo permanente. Aquel que se cae esta diciendo «levántame». Tomás la levantaba pacientemente… Estaba sentada en un rincón del compartimiento, la pesada maleta sobre su cabeza. Karenin se apretaba contra sus piernas. Estaba pensando en un cocinero del restaurante en el que trabajaba cuando vivía en casa de su madre.
Aprovechaba cualquier oportunidad para darle una palmada en el trasero y con frecuencia la invitaba, en presencia de todos, a acostarse con él. Era curioso que pensase precisamente en él. Representaba un ejemplo directo de todo lo que le repugnaba. Pero en lo único que pensaba ahora era en localizarle y decirle: «Tu decías que querías acostarte conmigo. Aquí estoy».
Tenía ganas de hacer algo para que ya no le quedara escapatoria. Tenía ganas de destruir brutalmente todo el pasado de sus últimos siete años. Era el vértigo. El embriagador, el insuperable deseo de caer.
La insoportable levedad del ser
Milan Kundera
El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados(...)
Las infidelidades de Tomás le descubrieron de pronto su propia impotencia, y de la sensación de impotencia nació el vértigo, el inmenso deseo de caer(…) Había en ella un deseo insuperable de caer. Vivía en un vértigo permanente. Aquel que se cae esta diciendo «levántame». Tomás la levantaba pacientemente… Estaba sentada en un rincón del compartimiento, la pesada maleta sobre su cabeza. Karenin se apretaba contra sus piernas. Estaba pensando en un cocinero del restaurante en el que trabajaba cuando vivía en casa de su madre.
Aprovechaba cualquier oportunidad para darle una palmada en el trasero y con frecuencia la invitaba, en presencia de todos, a acostarse con él. Era curioso que pensase precisamente en él. Representaba un ejemplo directo de todo lo que le repugnaba. Pero en lo único que pensaba ahora era en localizarle y decirle: «Tu decías que querías acostarte conmigo. Aquí estoy».
Tenía ganas de hacer algo para que ya no le quedara escapatoria. Tenía ganas de destruir brutalmente todo el pasado de sus últimos siete años. Era el vértigo. El embriagador, el insuperable deseo de caer.
La insoportable levedad del ser